La Brigada de Seguridad de Áreas Protegidas, una unidad que no responde de forma directa a la Policía y que ha manifestado abiertamente su apoyo al exlíder golpista, tiene a varios oficiales en sus filas que lucharon con él en 2004.
CP: REUTERS
Por Javier Valdivia (*)
Miami (EEUU)
Todos se están preguntando, dentro y fuera de Haití, si Guy Philippe ha vuelto a las andadas.
La última vez que empuñó un arma tenía 36 años, movilizó a cientos a su favor y casi derroca —porque en realidad fueron los estadounidenses— a un presidente que se creía intocable.
También aprovechó el descontento de la gente para promover su “revolución”, puso en jaque a la comunidad internacional y encabezó a un grupo de caudillos armados tan peligrosos como los de ahora.
¿Alguna razón para preocuparse?
“Philippe viene a jugar un papel negativo en estos momentos; es un paso adelante en todo este caos que ya existe en Haití”, me dijo por teléfono en enero el analista político Camille Chalmers, convencido de que el regreso del exoficial de policía es en realidad una maniobra de EEUU, preocupado por el debilitamiento de Ariel Henry, el primer ministro que gobierna de facto desde hace dos años.
Henry perdió el mes pasado el apoyo de la Reunión de Demócratas Nacional-Progresistas (RDNP), uno de los varios partidos (como Inite, el Haitiano Tèt Kale, Fusion y el Sector Democrático y Popular) aliados al oficialismo, y afronta el plazo de dejar el cargo este 7 de febrero en razón de un pacto suscrito en diciembre de 2022 que él mismo se comprometió a respetar.
El acuerdo —con el que a falta de un mandato legal Henry buscó legitimar su permanencia en el cargo— sólo logró la formación de un Alto Consejo de Transición que debía allanar el camino hacia un traspaso de poder. Nueve meses después de su instalación, la propia presidenta del organismo, Mirlande Manigat, denunció un retraso en el proceso previo a la elección de un presidente este año.
Philippe volvió a Haití el 30 de noviembre de 2023, deportado de EEUU donde cumplió seis años de cárcel por conspiración vinculada al narcotráfico y lavado de dinero. Liberado por la policía, fue recibido al día siguiente como un héroe en su enclave natal en el departamento de Grand'Anse (suroeste), viajó los primeros días de diciembre a la ciudad de Jéremie (oriente), donde sólo hubo una marcha de sus simpatizantes y, a un mes de su llegada, avanzó hacia el este congregando a una multitud en Petit-Goâve, a la que dio su primer discurso.
Luego apareció en Gonaïves (norte), el 1 de enero, el mismo día en que los haitianos celebraban los 220 años de su independencia nacional, y a donde el Primer Ministro no viajó como es costumbre cada año, tras el ataque que sufrió allí en 2023.
“¡Esta revolución será por ustedes; debemos creer en esta revolución: no se podrá hacer sin nosotros!”, arengó Philippe un día después ante cientos de personas en Ouanaminthe, custodiado por agentes muy bien armados de la Brigada de Seguridad de Áreas Protegidas (BSAP), una unidad policial que para muchos se ha convertido en su guardia personal.
El discurso encendido del exoficial, que en esa localidad del noreste haitiano exigió a Henry que dimita antes de que él mismo lo destituya del cargo, es visto por muchos como algo que debe tomarse en cuenta, más si está interesado en buscar el poder.
“Es posible que sí”, afirmó Chalmers. “Con esa retórica aparentemente nacionalista, con ese respaldo mediático que lo presenta como una alternativa, algo que es totalmente falso, es posible que quiera tomarlo”.
El analista agregó que Philippe, “que ya habla inclusive de declarar una amnistía general para las pandillas”, probablemente buscará formar alianzas para alcanzar sus fines, ya sea con él al frente o apoyando a alguna otra persona.
Robert Fatton, catedrático en la Universidad de Virginia (EEUU) y experto en Haití, le dijo en diciembre a la Fundación InSight Crime que el interés de Philippe estaría vinculado con la percepción mesiánica que tiene de sí mismo, y que para lograr ese objetivo podría aprovechar sus antiguas conexiones y mitigar el impacto de la violencia de las pandillas por la vía institucional asumiendo el papel de mediador.
Otro especialista en asuntos haitianos, Jake Johnston, del Centro de Investigación Económica y Política con sede Washington, comentó a The New York Times el mismo día de la llegada de Philippe a Haití que, aunque no se sabe qué aspiraciones directas tiene en estos momentos, “dado su historial, sus viejos vínculos y sus ambiciones políticas, puede esperarse que éste tenga cierta influencia en la actual situación política del país”.
Carrera agitada
Guy Philippe nació el 29 de febrero de 1968 en Pestèl, un pequeño pueblo pesquero del suroeste de Haití. Su padre, que fue alcalde de la localidad, se preocupó pronto por su educación matriculándolo con los padres paulinos, primero, en Jérémie, capital del departamento de Grand'Anse, y luego en uno de los más renombrados colegios del país, el San Luis Gonzaga, en Puerto Príncipe, algunos creen que con la ayuda del escritor y amigo cercano Jean-Claude Fignolé.
Entre finales de los ochenta y principios de los noventa, Philippe estuvo un tiempo en Miami. Luego, siguiendo los pasos de sus dos hermanos mayores, estudió un año de medicina en Puebla, México; regresó a Haití para alistarse en las Fuerzas Armadas y finalmente se integró como cadete, a los 25 años, a la Escuela Superior de Policía Gral. Alberto Enríquez Gallo, en Quito, Ecuador, donde estudió entre septiembre de 1992 y agosto de 1995, y se graduó en Preservación del orden público.
Philippe volvió ese mismo año a su país cuando ya el presidente Jean Bertrand Aristide (repuesto en el poder tras el golpe de Estado de Raoul Cedrás en 1991) había disuelto las Fuerzas Armadas. El oficial de 27 años fue incorporado a la recién creada Policía Nacional de Haití, en la que sirvió primero en Ouanaminthe (noreste), en 1995; Delmas (Puerto Príncipe), de 1997 a 1999, y Cabo Haitiano (norte), en el año 2000.
“Todos saben que (Philippe) está vinculado al narcotráfico y a las mafias, que tiene un pasado de acciones criminales como las ocurridas entre 2003 y 2004”, dijo Chalmers, al recordar las acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos cometidas supuestamente por Philippe y sus hombres en los años en que, en medio de una grave crisis, encabezó una rebelión armada que condujo a la caída de Aristide y a una nueva intervención extranjera.
Una crisis como la que ocurre ahora
2023 será recordado como uno de los años más sangrientos en la historia de Haití, con un saldo de más de 8.400 víctimas directas de la violencia de pandillas según el balance presentado el 25 de enero en Nueva York por la Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas para este país, María Isabel Salvador; no menos de 4.700 muertos, casi 2.500 secuestros y 300.000 desplazados internos de acuerdo con datos proporcionados el mismo día por la directora ejecutiva de Human Rights Watch, Tirana Hassan.
Las acciones de más de doscientas bandas en todo el país también causaron severos efectos sobre la economía local (Haití registró una contracción del -1,9% el año pasado), y provocaron la fuga de miles de haitianos al extranjero, entre ellos 45.628 de manera irregular por la Ruta del Darién según contabilizó el gobierno de Panamá, y otros 120 mil beneficiados a través del “parole humanitario” que el presidente Joe Biden creó en EEUU.
En el plano político, gobierno y oposición se hundieron en un diálogo infructuoso centrado en las características de un posible gobierno de transición, un referéndum constitucional y la continuidad de Henry en el poder. Debido a esas diferencias, el país cumplió el quinto año sin Parlamento, sin presidente electo y con las mismas autoridades locales.
“Les pido que crean en mi palabra cuando hablo del deseo de mi gobierno de hacer todo lo posible para reconstituir nuestras instituciones democráticas”, dijo el Primer Ministro en su saludo a la nación por el Día de la Independencia el primer día de 2024, un año crucial en la historia del país de acuerdo con el funcionario.
Henry también habló de crecimiento, empleo y cambio; de retorno a la normalidad y a la libre circulación, y agregó que Haití debe organizar elecciones y hacer todo lo posible para que el país retome la senda de la democracia, la Constitución y el Estado de derecho, insistiendo en que un proceso electoral sólo será posible si existe un clima de paz propicio para esos fines.
En la actualidad, no obstante, realizar unas “buenas elecciones es sencillamente imposible” según el historiador y analista Georges Michel, para quien la pacificación del país también debe ser lo primero en lograrse.
Para explicar el camino que Haití ha recorrido hasta ahora, Michel se remontó a 1995 cuando en un artículo publicado por el periódico Le Nouvelliste, el experto criticó la decisión del gobierno de reducir el ejército a 1.500 efectivos (finalmente Aristide disolvió a las FFAA el 6 de diciembre de ese año), lo que a la larga, dijo, provocaría la intervención de 2004.
“Esta situación ya la vivimos entre 1914 y 1915 (en tiempo previos a la intervención de EEUU). Esa desmovilización ilegal (la de 1995) es directamente responsable de la situación actual”, me dijo Michel el mes pasado en una conversación por Messenger.
“La función principal del ejército es servir como fuerza de disuasión; mi artículo tiene veintinueve años y sigue siendo actual. Ahora les hago una nueva profecía: si no ponemos al ejército en condiciones óptimas para la cuarta intervención que se está preparando, debemos pensar ya en la quinta intervención”, agregó el historiador.
El ejército haitiano fue restituido formalmente el 27 de marzo de 2018 cuando el presidente Jovenel Moïse instaló al nuevo Estado Mayor Conjunto, aunque fue su antecesor, Michel Martelly, quien en 2011 anunció un plan para reinstaurar a las FFAA con un programa que contemplaba la contratación de un primer contingente de 3.500 efectivos y una inversión a largo plazo de 95 millones de dólares.
En marzo del año pasado, Henry anunció que pretendía movilizar a la milicia, que actualmente cuenta con unos 2.000 hombres, para que ayude a la Policía a combatir a las bandas, pero esto nunca se produjo. Y cuando un soldado murió y otro resultó herido en un ataque de pandillas la mañana del 23 de diciembre pasado en las afueras de la capital, el alto mando difundió apenas un lacónico comunicado dando sus condolencias a la familia del militar.
Sólo la Policía, con 15.498 efectivos reportados en 2023 (a razón de 1,3 agentes por cada 1.000 habitantes), es la encargada de la seguridad en el país, pero el poder de las bandas ha sobrepasado su capacidad. El año pasado, 37 policías cayeron cumpliendo su deber (cinco en lo que va de 2024), y según la jefa de la Oficina Integrada de la ONU en Haití (Binuh), María Isabel Salvador, 1.600 agentes dejaron la institución en 2023, muchos para emigrar en busca de mejores oportunidades.
La acción armada
Fue en la Policía donde Philippe, que habla perfectamente inglés y español, además de sus nativos creole y francés, empezó a ser conocido.
Aunque en una extensa entrevista hecha en 2007 por Peter Hallward, profesor en la Universidad de Middlesex (Reino Unido), el exoficial negó haber estado detrás de un ataque a la academia policial el 28 de julio de 2001, y al asalto al palacio de gobierno el 17 de diciembre de ese año (ambos saldados con varios muertos), Philippe admitió haber apoyado “tanto a la oposición democrática como a la oposición armada contra el tirano (Aristide)”, y de haber empezado a planear un golpe en diciembre de 2000.
Jeb Sprague, investigador asociado en la Universidad de California-Riverside (EEUU), dijo en una publicación aparecida en 2012 en el Monthly Review Press, que Philippe fue cabecilla por lo menos de la segunda conspiración, y que no participó en el ataque al preferir quedarse “detrás de las líneas” en República Dominicana, adonde había huido con otros cinco oficiales la noche del 17 de octubre de 2000, acusados por el presidente René Préval de conspirar contra su gobierno.
Sprague agregó que la asonada fue dirigida por el excapitán del ejército Rémissanthe Ravix, y que un amigo de Philippe, Youri Latortue, estuvo entre los que dieron a sus hombres información confidencial sobre la seguridad del palacio.
De cualquier manera, Philippe, cuyo último cargo en la Policía fue el de comisario en Cabo Haitiano, iniciaría a partir de entonces una nueva etapa en su agitada carrera. Luego de una estancia en Ecuador volvió a República Dominicana, país que utilizó como plataforma para entrenar a sus hombres y planificar su regreso a Haití, hecho que finalmente se produjo en febrero de 2004.
Para entonces Aristide ya había perdido el apoyo de la comunidad internacional que cuestionó el proceso electoral por el que salió elegido presidente en 2000. En 2003, con la oposición ya radicalizada en su contra, el asesinato de Amiot Métayer, líder de una organización paramilitar cuya muerte fue atribuida al gobierno, terminó de prender la mecha de la rebelión armada.
Butteur Métayer, hermano de Amiot, y su segundo, Winter Etienne, ambos al frente del grupo conocido primero como Raboteau y luego como “Ejército Caníbal” y Frente de Resistencia del Artibonite, recibieron armas y hombres de la Convergencia Democrática y del G-184 (las dos coaliciones opositoras del momento), se aliaron a otros alzados como Jean Robert Lalanne y Jean Tatoune en febrero de 2004, y ese mes nombraron a Philippe líder del Frente para la Liberación y Reconstrucción Nacional (FLRN).
“Él aún tiene influencia, aún tiene armas, aún tiene acceso al narcotráfico”, dijo al Miami Herald Luis Moreno (segundo en la misión diplomática estadounidense en 2004), el mismo día que el gobierno federal liberó a Philippe de la cárcel de Atlanta donde cumplió condena.
“Es incomprensible cómo alguien podría pensar que esto era una buena idea (…) Él quiere ser el gobernante de Haití, quiere ser el dictador de Haití; siempre ha sido su sueño y su objetivo y eso es muy peligroso”, aseguró Moreno.
El 1 de marzo de 2004, Guy Philippe entró triunfante a Puerto Príncipe, pero tuvo que entregar las armas a los pocos días presionado por Francia y EEUU. Al año siguiente anunció su intención de llegar a la presidencia de su país, pero fue René Préval el que obtuvo una abrumadora mayoría el día de las elecciones del 7 de febrero de 2006, en las que Philippe apenas consiguió el 1,92% de los votos.
Acusado ya en 2005 por Estados Unidos de mantener vínculos con el narcotráfico, el ahora excandidato presidencial eludió el primer y espectacular intento de su captura el 16 de julio de 2007, en la localidad de Les Cayes (suroeste), fecha en la que pasó prácticamente a la clandestinidad, evadiendo a la DEA por lo menos una decena de veces, creando su propia organización (el Consorcio Nacional de Partidos Políticos Haitianos) y haciendo esporádicas apariciones en su zona de influencia en el oriente de Haití.
Una década después, Philippe se dio el lujo incluso de postular al Senado y aparecer en actos de campaña del candidato oficialista Jovenel Moïse, quien se convertiría en presidente en unos comicios en las que el excomisario también saldría electo en representación del departamento de Grand'Anse. Pero jamás pudo ejercer el cargo: totalmente confiado, el 5 de enero de 2017, cuando dejaba la sede de una estación de radio en la capital, fue detenido y enviado ese mismo día a EEUU, donde estuvo hasta su regreso a Haití el 30 de noviembre de 2023.
“La decisión de repatriar al señor Philippe es un indicativo de la aparente hipocresía de EEUU y su complicidad directa e indirecta al contribuir a la desestabilización (de Haití)”, afirmó ese día en un comunicado Guerline Jozef, fundadora de Haitian Bridge Alliance, una organización defensora de los derechos de la comunidad haitiana en Estados Unidos.
De su lado, David Weinstein, el fiscal que dirigió las acusaciones contra Philippe y otros ciudadanos haitianos por asuntos de narcotráfico, dijo en esa ocasión al Miami Herald que “la situación en Haití hoy es incluso más frágil que cuando fue expulsado en 2017”, y que al exoficial “aún le queda potencial para movilizar a sus seguidores y regresar a una posición de poder”.
Desobediencia civil
Philippe confesó haber permitido a los cárteles colombianos usar Haití para enviar droga a EEUU entre 1999 y 2003, cuando fue comisario primero, y exiliado después, en operaciones que le permitieron ingresos por hasta 3,5 millones de dólares que compartió con otros oficiales. También reveló haber enviado y transferido dinero entre Haití, Ecuador y EEUU, a cuentas suyas, de su esposa Natalie (natural de Wisconsin con la que tiene dos hijos) y a cuentas falsas más de medio millón de dólares, y que también se compró una casa en Florida.
Lo que siempre rechazó son las acusaciones de violación a los derechos humanos que se han hecho en su contra, desde pertenecer a escuadrones de la muerte en los años ochenta durante la dictadura de Duvalier y de haber sido entrenado por fuerzas especiales estadounidenses en Ecuador, según denunció Human Rights Watch en 2004, hasta permitir ejecuciones sumarias entre 1997 y 1999, atribuidas a sus subordinados en la comisaría de Delmas, y documentadas por una misión de la ONU y de la OEA.
Philippe fue acusado además de aliarse, entre otros, con Louis Jodel Chamblain, líder de un grupo paramilitar que mató a decenas de personas durante la dictadura de Cedrás, y Jean Pierre Baptiste (alias Jean Tatoune) condenado por participar en una masacre de civiles en 1994, y de ser cómplice de múltiples asesinatos durante las acciones ofensivas del FRLN en 2004, sobre todo en el centro, norte y noreste del país.
Por último, el exoficial es objeto hoy en día de una investigación por su presunto papel en el ataque a la comisaría de la ciudad de Les Cayes que costó la vida al agente de policía Tisson Jean-Pierre en 2016. Y un grupo de agricultores logró que la fiscalía de Fort Liberté (noroeste) lo cite para fines de este enero, en virtud de una demanda por vandalismo y saqueo a su asociación durante el alzamiento hace 20 años.
Sin embargo, lo que más preocupa en Haití son los pasos que Philippe viene dando ahora.
“Philippe, a la cabeza de la BSAP, y Jeantel Joseph (hasta hace poco encargado de la Agencia Nacional de Áreas Protegidas) están fortaleciendo a las pandillas en la región metropolitana. Actualmente están en conversaciones con todas las bandas para desestabilizar al país”, denunció a principios de pasado mes Pierre Espérance, director ejecutivo de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos.
Espérance agregó que las últimas acciones del excomisario no se diferencian de las de reputados líderes de pandillas, incluso en el método de reclutamiento que se han impuesto para poder unirse a la Brigada de Seguridad de Áreas Protegidas: “Tener un arma y no cualquiera, sino un arma de guerra”.
La brigada está adscrita a la Agencia Nacional de Áreas Protegidas (ANAP), que fue elevada de rango por el presidente Moïse en 2017, y que estuvo dirigida por Joseph, líder también del Consorcio Nacional de Partidos Políticos Haitianos, la organización por la que Philippe fue elegido senador en 2016.
El periódico Le Nouvelliste publicó hace poco que un exprimer ministro que pidió no ser identificado, le dijo que bajo su administración ni él ni el Ministerio de Medio Ambiente tuvieron control sobre el BSAP, aun cuando había notado que esa unidad se estaba equipando con “nuevas armas de guerra, nuevos vehículos y equipos, aunque nunca hubo presupuesto para ello”.
“Un día hablé de esto con el presidente Moïse. Por la forma en que él me respondió, rápidamente comprendí que no debía aventurarme en el tema”, aseguró la fuente al matutino haitiano.
Entre tanto, Joseph Jean Baptiste, responsable de la unidad táctica en Hinché (este) y portavoz de los soldados desmovilizados por Aristide hace ya casi tres décadas, dijo al portal informativo AyiboPost que “todos los jefes departamentales del BSAP son exsoldados que en su mayor parte lucharon con Philippe en 2004”.
"Existe una coalición entre los comandantes del BSAP, el director Jeantel Joseph, Philippe y el comisario del gobierno de Miragoâne, Jean Ernest Muscadin (un oficial reconocido por enfrentar con rigor a las pandillas), para reaccionar juntos contra cualquier acción del gobierno", agregó Jean Baptiste, aunque hace poco, Dacius Henry Claude, portavoz de la unidad establecida en Cabo Haitiano, quiso aclarar que estaba al servicio de la población y no de intereses personales.
En un minucioso reportaje publicado por AyiboPost en enero, los periodistas Rolph Louis-Jeune y Jabin Phontus revelaron que Philippe ha contactado desde su llegada a sus antiguos camaradas de armas, y que la BSAP recluta en la actualidad a 300 nuevos hombres en el sur del país.
Fritzner Jean Pierre, jefe de la BSAP en Ouanaminthe, dijo también a Ayibopost que el gobierno, preocupado por las actividades de Philippe, solicitó hace poco la lista de todos los agentes y un inventario de equipos de todas las unidades, lo que el oficial interpreta como un intento de intimidación. Finalmente, Henry, apostando a todo, retiró a Joseph del cargo y ordenó que ningún agente de la unidad, uniformado o no, podrá circular armado o dejar su puesto en las zonas protegidas.
Lo que también debería inquietar al gobierno son las recientes declaraciones de Jean Ilaire Lundi Roday, portavoz de Despertar Nacional para la Soberanía de Haití, una nueva agrupación política que apoya a Philippe y a Joseph, quien no descartó la posibilidad de tomar el poder por la fuerza para derrocar a Henry.
Lundi dijo en un popular programa de radio que el fin de la organización es “tomar el poder por todos los medios”, para lo cual maneja cuatro opciones que pueden ser priorizadas en cualquier momento: “golpe de Estado, golpe de efecto, consenso o negociaciones y elecciones”.
Las declaraciones de Lundi causaron tal impacto, comentó el informativo en línea Haiti Libre, que obligó a la agrupación a precisar rápidamente en un comunicado que apoyaba las propuestas de su portavoz pero que “rechazaba todas las posibilidades de (provocar) un baño de sangre en esta revolución popular”.
La misma ‘’revolución’’ que predica Philippe desde que regresó al país, y que el pasado domingo 14 de enero convirtió en mandato: “Ha llegado la hora de la desobediencia civil”.
“Ha llegado el momento de derrocar este sistema que se regenera constantemente (…) No solamente vamos a derrocar a este sistema, sino que somos nosotros quienes diremos quién queremos que nos dirija”, dijo el excomisario el mes pasado en un video difundido por Youtube.
En términos más directos, reseñó HaitiLibre, Philippe se dirigió a sus excamaradas de la Policía para pedirles que se pongan del lado de la población; a las unidades de la BSAP a que la siga apoyando como lo hizo en la construcción de un canal de riego en el río Masacre (causa de una disputa con la vecina República Dominicana), y a las actuales FFAA a que continúen el mismo camino. Luego anunció su “inminente” llegada a Puerto Príncipe.
Por eso, todo indica que 2024 será un año tan difícil o peor que 2023.
A principios de enero, el International Crisis Group, una organización independiente con sede en Bélgica que trabaja para prevenir guerras, colocó a Haití entre los diez conflictos mundiales (con Gaza, Sudán, el Sahel o Ucrania) a tomar en cuenta en los siguientes meses.
En un informe, el grupo estimó que, con 15.000 agentes haciéndole falta, la policía no es rival para las pandillas que podrían aliarse para luchar juntas en combates que pondrán en riesgo a civiles inocentes, mientras los vínculos entre policías corruptos y las bandas podrían dificultar el secreto operativo de la misión multinacional que Kenia debería liderar este año, y que la ONU aprobó en 2023.
Además, recomendó tomar en cuenta la situación de los pandilleros capturados en función de los penosos sistemas carcelario y judicial haitianos; detener el flujo de armas y municiones hacia el país, y cortar el “fuerte vínculo entre las pandillas y las élites políticas y empresariales haitianas”.
“Estamos ante una coyuntura política de mucha incertidumbre, ante un callejón sin salida; vivimos una situación de caos organizado, creado y mantenido por las clases dominantes y por EEUU que apoyan a un gobierno que no tiene ninguna legalidad”, comentó Chalmers, mientras la oposición —dijo—, está dispersa desde 2010 como resultado de las acciones de la extrema derecha y las alianzas entre Moïse y Henry y los social-demócratas.
Henry —agregó el analista— querrá seguir en el cargo para cumplir sus propósitos: reformar la Constitución para silenciar los espacios de participación, controlar los estamentos de poder y reconcentrarlo alrededor del Presidente; y realizar unas elecciones bajo su control, hecho que enfrentará la resistencia de la población, aun cuando ésta se encuentre debilitada por las bandas, los flujos migratorios y su frágil situación económica.
En un reciente consejo de ministros, Henry designó un consejo municipal y a varios delegados departamentales; también nombró a varios jueces para que los ratifique el Consejo Superior del Poder Judicial, y un portavoz suyo comentó a Le Nouvelliste que el gobierno ampliará el Consejo de Transición, avanzará en la formación del consejo electoral provisional, en la reforma de la Constitución y en la organización de elecciones.
El mismo periódico informó que, basado en varias fuentes, el Primer Ministro y actores de la comunidad internacional y de la sociedad civil están multiplicando iniciativas “en una carrera contra el tiempo” y bajo fuertes presiones externas para lograr un acuerdo, considerando que Henry (a quien pese a todo EEUU prefiere ante la falta de una alternativa) no está haciendo suficientes concesiones.
Parecen actos desesperados frente a la demora de la misión liderada por Kenia, al reclamo de diversos sectores que piden la renuncia de Henry dentro y fuera del país, de la reciente ofensiva lanzada por las pandillas, y de las protestas que han estallado en varias ciudades y barrios de la capital desde la llegada de Philippe, ahora de 55 años, lo que suma un nuevo frente a la desgastada Policía Nacional.
“Las mismas causas producen los mismos efectos”, me comentó Michel, en alusión al debilitamiento provocado durante décadas a las fuerzas armadas de su país, y que él considera un error histórico.
El analista mencionó un encuentro en Washington, en 2014, con la entonces jefa de la misión de la ONU en Haití, Sandra Honoré, quien propugnaba la existencia de sólo un cuerpo de seguridad para los haitianos. Le dijo —recuerda Michel— que coincidía con ella en que la policía debería ser una prioridad, pero que su propuesta de “Sólo la Policía” era una farsa.
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El autor es periodista, vicepresidente regional por Haití de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), columnista en el periódico Listín Diario de República Dominicana y colaborador de varios medios en América Latina y Estados Unidos. Actualmente radica en Miami
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